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1. Criterios de evaluación

He llegado al punto álgido que desde el principio tenía en la cabeza y era que este examen que estoy haciendo se pudiera apoyar, como debe ser, en datos objetivos y concretos. La pregunta obvia es: ¿en qué datos? Pero también tenía claro que no podía reducirme en ese tipo de análisis a exclusivizarme en esos datos, pues no se trata de pesar en una balanza y concluir si debo estar contento o no porque el resultado ha sido positivo o negativo. Se trata de contemplar la vida en la total profundidad en que la hemos vivido. Pero conviene, para no irnos por los cerros de Úbeda, contar con criterios que se puedan tabular.

Hay una tesis doctoral de un jesuita de Canarias, Segura, que viene a decir, para mí, dos cosas. La primera, que los centros en que el chico está hasta los 21 ó 22 años son más eficaces. Este podría ser el caso de los centros de Obinso. El segundo punto, anterior al primero, es fijar los criterios en los que se tiene que basar un estudio que investigue sobre la eficacia de la labor desarrollada. Segura se ceñía al número de entradas en la cárcel de los que han sido residentes, comparándolas con su historial anterior y con el consiguiente grado de gravedad posterior.
......

La dificultad de este criterio es que los delitos anteriores a su ingreso en el hogar no serán cualitativamente los mismos que podrá ir realizando al cabo de una serie de años.

2. Problemática delincuencial de los residentes

En la tabla n.° 3 (véase pág. 164) he puesto tres columnas. La de la derecha da los rasgos, grosso modo, de la conducta delictiva o paradelincuencial antes de llegar al hogar, según lo que manifiestan a Pere cuando ellos piden entrar y lo que me han dicho a lo largo de la convivencia.
La narración de su historia y problemática que hacían a Pere antes de ingresar en casa y pasadas al papel -de la mayoría de estas historias es de donde he sacado los datos- nos servían para resituarnos dentro del pellejo del chico, de quien íbamos a hablar en la reunión del jueves.
La columna central señala la conducta delictiva realizada fuera de casa, durante su estancia en ella (aunque es posible que cometieran actos delictivos desconocidos por nosotros). La tercera columna nos mostrará los que han ingresado en las cárceles de todo el territorio español después de haber pasado por el hogar.
Al ojear la primera columna me quedé algo sorprendido ya que denotaba un historial disocial superior al que yo imaginaba. Sí que ya era consciente de que poseían una problemática familiar fuerte.
Delitos graves no parece que tuvieran en su haber, hecho que me hacía preguntar si acaso éramos rígidos en la selección de ellos o si las condiciones que poníamos hacían una selección específica, dando un colorido suave. De hecho, chicos que presentaban enormes dificultades de acomodarse y con gran historial precisamente delictivo eran aceptados a la primera y con toda conciencia de que eran éstos precisamente los que tenían que ser admitidos. La segunda columna señala la conducta delincuencial a través de las detenciones y también la incidencia con la droga. Sólo hay uno, Ignacio, que fue detenido por colaborar en un robo de un mercado y lo hizo sólo al cabo de dos meses de estar en casa.
Ignacio tenía una gran cantidad de detenciones y de causas penales a sus espaldas por lo que siguiendo los criterio de M. Segura y a pesar de que tenía muchas dificultades de asimilar la repersonalización y la resociabilización, había que contarlo como positivo pues su frecuencia delincuencia¡ bajó en picado.

Por mi parte la conducta de tipo disocial o delincuencia hecha dentro de casa nunca la he considerado como tal, sino como problemática de tipo interno y, además, exigida por el guión. La problemática interna de casa la comentaré en otro lugar y la verdad es que ni Ana ni yo tuvimos que volver a comisarías y juzgados por causas cometidas en su período de residentes.
También la presencia de la droga fue escasa. No olvides que con problemática fuerte de droga no podían venir con nosotros y ninguno, mientras estuvo en casa, empeoró o se habituó de nuevo a la droga. Con todo, la experiencia me ha enseñado que teníamos dificultades con aquellos chicos que se drogaban a base de cola, no llegando a poder liberarse de ella, y lo grave era que llegaban a esnifarla dentro de casa, circunstancia que no se daba en los chicos que tomaban otro tipo de droga (los porros), pues estos mismos, quizás por ser mayores, tenían una tendencia a mantener limpia la casa, como sentimiento de respeto hacia ésta.
La tercera columna es muy interesante, pues es la protagonista de todas estas páginas. Son los chicos que después de haber pasado por el hogar han pasado o no por la cárcel. De los 31 chicos que han pasado por el proceso educativo del piso, 24 no han ingresado posteriormente en la cárcel y 7 sí lo han hecho (sale un porcentaje del 77% en bruto). No incluyo aquí a quienes sólo estuvieron menos de nueve días en el hogar, ya que según he explicado anteriormente no podemos considerar que hubieran llegado a iniciar el proceso educativo que les ofrecíamos.
Es significativo, no obstante, que en estos la proporción se invierta: sólo uno de entre los cinco dejará de pasar posteriormente por la cárcel.
Puede que algún caso se haya escapado de constatación.

2º texto