La via de la ética supone la concienciación de la culpa, la penitencia y la conversión. Una decisión personal, ahora o nunca. Y siempre queda el interrogante: ¿cambiará el mundo y sus estructuras destructivas si cambian los individuos ya destruidos?

Pero quizás sean absolutamente inútiles estas llamadas a la moral dirigidas a seres literalmente "perdidos", incapaces ya de cualquier respuesta. Es el momento de la compresión profunda, de la simpatía, de la compasión (dos palabras para decir lo mismo: experimentar, padecer conjuntamente), de la confianza progresiva...

Conocer a Juan Carlos, Oscar, Tomás... es compartir la angustia, la cólera, la esperanza desesperada que sobrecoge a quien intentareseguir el derrotero de este mundo, mesurar el abismo entre el ideal creacional del "hombre-imagen de Dios" y la realidad de lo viviente.

Ante esta situación (¿cómo comenzar una nueva vida?) las diversas culturas no han dado más que dos respuestas: la ética y la religión.

 

Al ir conociendo a Luis, José Miguel... ¿llegaremos a darnos cuenta de que todos estamos igualmente "perdidos"? Es la via de la religión, el momento de la misericordia y perdón "de Dios", que como toda cosa "de Dios" es muy diferente de la misericordia y perdón de los hombres.
  Miquel Sunyol
 
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